viernes, 2 de abril de 2010

Tras un manto de neblina


Éramos chicos, muy chicos.
Algo raro pasaba y algunos lo presentíamos. Lo presentíamos porque nuestros padres hablaban, porque habia vecinos que uno no veía más, porque se escuchaban tiros de noche. Porque a mi hermana mayor no la dejaron estudiar Letras y entonces estudiaba magisterio. Porque mis primos mayores tenían amigos que de golpe se habían ido a España a vender artesanías.
Y de golpe -vaya palabra que me salió- un día nos amanecimos recuperando las Islas Malvinas. Y mucha gente sacó las banderas argentinas que habían comprado para el Mundial y salieron a festejar por las hermanitas recuperadas.
Y en la escuela -Normal, Nacional y Superior- nos empezaron a explicar cómo nos las habían robado, lo mal que lo pasaba la gente que vivía allí y lo bueno que era haberlas recuperado. Pero la euforia de golpe se tranformó en guerra... Estamos en guerra, pero somos los mejores (no ganamos el Mundial y tenemos varios Premios Nóbel?).
Y empezamos a escuchar partes de guerra. Y supimos de lo valiente de nuestros pilotos (creo que la única parte de verdad que nos contaban).
Y en la escuela nos hacían pegar los recortes de diarios, tejer medias de lana, escribir cartitas y ponerlas en chocolates para que nuestros soldados supieran cuántos los queríamos y lo orgullosos que nos sentíamos de ellos.

Seguir leyendo


Y se hizo la maratón solidaria televisiva. Y qué extraños son los recuerdos... me acuerdo de Pierina Dealessi, una actriz que en ese entonces tendría casi 90 años, y vivía en la Casa del Teatro -el lugar donde van a parar los actores solos y sin dinero- que se acercó a donar sus aros de oro, probablemente el único recuerdo que a la viejita italiana le quedaba de sus épocas rutilantes en los escenarios porteños. Y a mi mamá se le caían las lágrimas al verla (me parece que mi mamá se daba cuenta). Se murió al año siguiente, probablemente cuando se dio cuenta que su tesoro nunca llegó a nuestros valiente muchachos.

Y me acuerdo que la guerra se empezó a parecer más a una guerra. Y mientras se podían escuchar por la radio esos cassettes que mi hermana atesoraba y ya no se podía escuchar Queen, en la escuela hacíamos "simulacros de bombardeo", por si bombardeaban Buenos Aires. Y nos hablaban de Exocet y Pucarás. Y el Papa rezaba por la paz.

Y de golpe -otra vez- ya no estamos ganando. Y en los kioscos vendían chocolates con cartitas para soldados. Y hundieron el Belgrano. Y la gente pide a los militares que no se rindan. Y se rindieron.

Y ahí nos empezamos a enterar que los chicos tuvieron hambre y frío y miedo. Y que los generales no se embarraron ni las botas. Y que no llegaron ni las frazadas ni los chocolates a destino. 


Y que ninguna guerra tiene sentido, pero esta... fue la más estúpida de todas.

"El tiempo irá trayendo la amnesia inexorable ,
habrán muchas condenas y pocos responsables" (A. Cortéz)



3 comentarios:

  1. Tanto recuerdo comparto con vos! particularmente las cartas en los chocolates, tenia 11 años y escribí tantas! tantas! que desconsuelo saber que estuvieron tan solos, tan lejos y tan solos.Cuanta mentira impune.

    ResponderEliminar
  2. Me traes muchos recuerdos, yo empezaba la facultad ese año. Malvinas me da mucha bronca. Gracias.-

    ResponderEliminar
  3. Me hiciste llorar, yo tengo que decir, no me acuerdo, tenia 2 anios cuando comenzo y 3 cuando termino...pero igual la historia no hay que vivirla para llorarla

    ResponderEliminar