sábado, 30 de octubre de 2010

El dolor de una mujer


Más allá de las posiciones políticas, murió un ex presidente, elegido inobjetablemente por el voto democrático, un indudable líder político, con quien podemos estar de acuerdo o no, pero que sin dudas forma parte de nuestra historia.

Y hay una mujer, que es madre, esposa y además, nuestra presidenta (sí, nos guste o no, la hayamos votado o no), que perdió a su pareja de la vida y de la política.

No es momento de jugar a ver quién lo quiso más o menos. Tenemos que entender que se puede estar en desacuerdo con alguien y lamentar igual su muerte, porque era un ser humano, porque era una persona importante para este país, porque era el líder de muchas personas.
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No son días para bajezas. Son días de tristeza. Para una familia, para muchos argentinos y nada más y nada menos para la persona que nos preside. 
Y los que me conocen saben que la mayoría de las veces, como mujer, me enojo con ella. No me gusta su manera de defender al género, no estoy de acuerdo. Pero hay momentos en que eso no importa.
Vi a una madre que tuvo que llamar a su hija, a miles de kilómetros de distancia, para anunciarle que había muerto el papá, antes que se enterara por los medios. 
Vi a una mujer que no tuvo más remedio que hacer público su duelo, que quiso estar estoica y aguerrida y que fue quebrando con el correr de las horas.


Una presidenta que arrancó paradita, firme junto al féretro del ex presidente, recibiendo las condolencias oficiales. Y que con el paso de las demostraciones de cariño fue aflojando.


Y no dejaba de posar sus manos sobre el lustroso cajón, y acariciarlo. Y de apoco se fue trastocando en la esposa, que acariciaba, que acomodaba, que tomaba de las manos a sus hijos.
La mujer que no tenía muchas ganas de saludar a Moyano, y la obligaron. La mujer que se emocionaba y que seguía adelante con el nudo en la garganta y la mueca de dolor.
Y la vi quebrarse por primera vez ante un grito de "¡Viva Kirchner!", y encontrar consuelo en el abrazo de su hija.

Y la vi quebrarse por segunda vez en el abrazo con Chávez, y otra vez con el himno, y con los mozos...

Y con cada demostración de respeto hacia su esposo y de cariño hacia ella. Que de a poco fue rompiendo el protocolo, acercándose a saludar, a agradecer, a dar las manos....

Y la vi erguida, caminando atrás del cajón, sosteniendo su propio paraguas negro y sostenida en la otra mano por las dos manos de su hija.

Y no puedo en este momento pensar en rencores, ni en diferencias, ni en otra cosa que el respeto al ser humano, al líder que se fue, a la mujer que queda.


1 comentario:

  1. Muy lucido el post Fabi, comparto en todo lo que escribis, yo tampoco estoy de acuerdo en la mayoria de sus acciones. Pero debe ser terrible estar en ese momento ante tanta gente y con el dolor encima.
    Besos!

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